Ensayos Inseguros

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Visitas Correctas

Ana espera a alguien ese día. 

Edmundo espera a que alguien le deje entrar a hacer su trabajo.

Ese alguien que Ana espera, es la persona que le ayudará a hacer algunos trabajitos en casa.

Ese alguien que Edmundo espera, es alguien que se interesó por sus servicios de tapicería de primera calidad.

Pasados dos minutos de la hora acordada, Ana encuentra a Edmundo en la puerta común.

Ambos saben que o están esperando o se les está esperando. Por ello, proceden a asumir los roles que la siguiente escena les tiene asignados.

Ana se siente ya una toda una amita de casa, que de hecho sí lo es, al conducir a Edmundo a su hogar de señora joven, para que el mismo le pueda ayudar.

Edmundo se siente ya un maestro, que de hecho sí lo es, al dejarse ser conducido por Ana, como un doctor al encuentro con el enfermo que un familiar preocupado le describió.

Ana explica qué es lo que se tiene que hacer. Unos arreglos a la tubería, una aceitada a las bisagras de las puertas, y una apretada de tornillos en alguno que otro mueble.

Edmundo escucha qué es lo que se tiene que hacer. Las tuberías no las maneja, aceite ni lleva, y de los muebles que se le muestran, ninguno muestra señales de requerir un nuevo tapiz.

Los minutos avanzan, y Ana comienza a dudar que la recomendación que le hicieron de persona para estas «chambitas» sea realmente la indicada. A cada cosa que pide, solo escucha negativas o excusas que no se toman muy a bien.

Los segundos también avanzan para Edmundo, y éste empieza a dudar que Ana sea una persona tan derecha como le pareció en un inicio. A cada petición que escucha, solo le viene a la mente lo enjaretada que es la gente con la profesión de las talachas; piensan que las mismas manos que arreglan una secadora, son aquellas que sin problema podrían poner en funcionamiento motores aéreos de alta gama.

Ana empieza a dudar sobre el profesionalismo de Edmundo, pero Edmundo empieza a chambear en lo solicitado por Ana, porque el profesionalismo es su marca personal.

Ahora sí que si no le sé, me lo invento.

Gran frase que no entrecomillo, porque es tan buena y del uso común, que sería injusto adjudicarla solo a una persona.

Ana se lleva una grata sorpresa, pero algo de extrañamiento también, al ver que Edmundo termina todas las tareas en menos de diez minutos.

Edmundo se lleva una grata sorpresa, pero de verdad sorpresa, porque a pesar de haber desconfiado incluso de sí mismo, logró hacer una que otra chambita nunca antes intentada.

Ana quiere ir cerrando la visita, así que le pregunta a Edmundo cuánto le debe y cómo le harán con el pago. La señora que le renta fue el punto de contacto, y quizá ella quiera asumir el gasto.

Edmundo quiere igualmente cerrar la visita, así que antes de responderle a Ana sobre cómo se arreglan, decide inspeccionar la sala de la que tanto le hablaron para retapizar.

Al descubrir el brazo del sillón chico debajo de un intento de funda, que hace más de chal decorativo que de una verdadera protección, Ana ve lo carcomido de ese mueble resultado del tiempo y de las garritas juguetonas de sus dos gatitas mal educadas.

Al ir descubriendo dicho pecado de la decoración de interiores, Edmundo ofrece su opinión experta, y ahora sí que enfocándose en lo que inicialmente quería revisar, le comenta a Ana que esa sala sí requerirá algo de trabajo adicional.

Ana, un poco confundida, le comenta a Edmundo que le agradece la opinión. Sin embargo, el objeto de la visita no era realmente retapizar el sillón. 

Edmundo más confundido todavía, se limita al silencio solamente. Baja el chal funda, y espera a ganar un poco de temple.

¿Será que….?

Dan las doce, ya pasaron unos veinte minutos. La profunda vergüenza y algo de desconfianza inundan el temple de Ana.

Después de unos minutos más, Ana y Edmundo regresan a la puerta común. Se dan cuenta de que su encuentro si bien fortuito y equivocado, a final de cuentas, sí estaba destinado a pasar.

Intercambian miradas y solo quieren escaparse el uno del otro. Finalmente se encuentran con sus verdaderos destinos.

Roles parecidos, personas distintas.

Qué curiosa es la vida que sí pone en nuestro camino a gente que tenía que estar.

Nota: si alguien necesita el número de un buen tapicero que también le haga por ayudar con otras chambitas aunque no fuera su tarea inicial, no dude en contactarme.

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